La proclamada independencia fue parte de un proceso que comenzó en 1810 y tomó forma el 24 de marzo de 1816, fecha en la que se inauguró el Congreso de Tucumán presidido por Pedro Medrano. Pero fue recién el 9 de julio de 1816 cuando los congresistas proclamaron:
«Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso General (…) declaramos solemnemente a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente (…)»
Como se ve, el 9 de julio de 1816 las Provincias Unidas del Río de la Plata declaran solemne y unánimemente la independencia de la monarquía española. Esto ocurrió un martes soleado en San Miguel de Tucumán y al día siguiente se celebraron los festejos.
¿Qué conservamos de ese 9 de julio de 1816?, ¿cuál es el lugar que le asignamos a la «independencia», la «solemnidad» y la «unanimidad»? Hay que decir que si en 1816 se festejaba, hoy estamos lejos de la algarabía. Basta leer las palabras del secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, Ricardo Forster, quien al referirse a la fecha patria, comparó la liberación de 1816 con el año 2003. En este sentido, Forster sostiene que:
«Argentina maduró, renació en el interior de un proceso histórico de estos 12 años que ha ido reparando la vida social, cultural, democrática e institucional. Por eso pensamos que estamos en el interior de una nueva emancipación con libertad e igualdad»
Así como se «apropiaron» del 25 de mayo, intentan hacer lo mismo con el 9 de julio. Sin embargo, nosotros sabemos que no hay nada más lejos de la construcción de una vida social, cultural, democrática e institucional que la «apropiación». El 9 de julio de 1816 es la gesta solemne y unánime, pero al mismo tiempo impersonal, de la declaración de la independencia. Esto es así porque la construcción de lo público que iniciaron en el Congreso de Tucumán está lejos del concepto de «propiedad». La «propiedad» es del orden de lo privado y no de lo público. Por eso, cuando se habla de emancipación unánime y solemne con libertad e igualdad, creo que están diciendo todo lo contrario. Un gobierno que tiene una secretaría que busca coordinar el pensamiento nacional está absolutamente alejado de la formalidad que implica la solemnidad, la unanimidad, la emancipación, la libertad y la igualdad.
El pensamiento no puede coordinarse, tampoco puede restringirse a las fronteras de una nación y mucho menos puede ser sólo estratégico. El pensamiento que rescato refleja el deseo de los pueblos, su anhelo de libertad, de igualdad, de decencia y democracia. Al ser de los pueblos, el pensamiento es impersonal. Nadie puede ser su propietario, coordinarlo o conducirlo.
Esto es parte del aprendizaje del 9 de julio de 1816, parte de lo que perdimos a lo largo de estos 199 años y que nos costará muchísimo recuperar si no es a través de la construcción de una comunidad de decentes e iguales.
Desde nuestro espacio PROGRESISTAS trabajamos para recuperar la comunidad que proclamaron en 1816. Buscamos construir una democracia en la que no deba señalarse la fractura en la sociedad para sostener la «unanimidad»; donde no se deba callar las voces de los sin voz para proclamar la «igualdad»; donde no se mienta en los números de la pobreza y la indigencia ni se ostente la riqueza personal en nombre de la «decencia».
Ser decente implica horrorizarse frente a la pobreza, no mentir sobre ella creyendo que los números borran la realidad; ser decente significa tener la suficiente apertura que permita emerger la diferencia y dar voz a quienes no la tienen; ser decente significa gobernar para quienes nos votaron, pero también para quienes no lo hicieron. Y sólo se puede ser decente en la medida en la que nos reconocemos en el horizonte de la igualdad.
Mi deseo para todo nuestro pueblo en esta fecha patria es la recuperación del anhelo de igualdad, decencia, libertad.