Abogada – Política – Diputada Nacional

LA POLÍTICA, COMO LA ARGENTINA, DEBE VOLVER A SER PREVISIBLE Y CONFIABLE

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Nota completa del resumen publicado hoy en clarin.
LA POLÍTICA, COMO LA ARGENTINA, DEBE VOLVER A SER PREVISIBLE Y CONFIABLE
Margarita Stolbizer
Son varios los desafíos que tenemos por delante. Construir una visión compartida de la Nación que aspiramos alcanzar: concebir como posible una sociedad igualitaria, donde todas las personas puedan ejercer sus derechos en plenitud, cumpliendo con sus obligaciones.

Para eso, diseñar un modelo de desarrollo basado en liderazgos ejemplares, marco institucional de reglas y una agenda que atienda las prioridades sociales, para gobernar con participación, solidaridad y transparencia. Por ese camino vamos a poder resolver la sustentabilidad económica, diversificar la matriz productiva, proteger los recursos naturales, garantizar el autoabastecimiento energético, la infraestructura y el transporte.

El otro gran desafío, -lo ha dicho la Iglesia el día de ayer-, es entender que los programas sociales no resuelven la pobreza y por tanto hay que cambiar el paradigma de la política social, pasando del sistema clientelar a la construcción de ciudadanía universal basada en derechos, calidad y equidad educativa y de salud, acceso a la vivienda, el empleo y un sistema previsional sustentable y equitativo, en el marco de la convivencia social y la seguridad ciudadana.

La CEPAL (Comisión Económica para América Latina, comisión regional de Naciones Unidas) ofrece una plataforma extraordinaria para avanzar en los “Pactos para la igualdad. Hacia un futuro sostenible” (2014) y los enumera: Pacto para una fiscalidad con vocación de igualdad; para la inversión, la política industrial y el financiamiento inclusivo; en el mundo del trabajo; para un mayor bienestar social y mejores servicios públicos; para la sostenibilidad ambiental y la gobernanza de los recursos naturales; y un pacto con la comunidad internacional para el desarrollo y la cooperación.
Pero para todo eso, hay que recuperar la Política, como instrumento de representación y transformación y desde ahí promover una discusión seria sobre el estado, saliendo de la hipocresía del relato de los supuestos estatistas que hoy tenemos en un gobierno que lo ha tomado como un botín y que, con todo el poder, no resuelve ninguno de los problemas que aquejan a la comunidad, sencillamente porque ni les importa hacerlo. Les ha ido demasiado bien, electoralmente y en el mundo de los negocios privados como para que cambiar pudiera ser un incentivo.

Ahí aparece entonces el otro gran desafío que enfrentamos: constituir una fuerza en condiciones de reemplazar, gobernar y producir un cambio perceptible, no en la foto de los que se sientan, sino en el bienestar que, en su vida cotidiana, debemos asegurar a la gente.La Argentina precisa un cambio, que no es un hecho ni un pacto; sino más bien un proceso que debe tener su raíz en la propia sociedad, en su decisión de poner fin a la degradación moral recuperando la ilusión y la esperanza que nos permita alcanzar en un tiempo razonable, las condiciones para una felicidad compartida. Se necesita un proyecto político sin relatos ni vaguedades, con una propuesta viable de transformación. Esta es la condición para un país distinto.

Vivimos en un tiempo y en un territorio plagado de incertidumbres. Eso afecta nuestra cotidianeidad, eso es lo que genera una demanda a gritos por seguridad. Porque estar seguros implica la tranquilidad para andar por la calle sin temores y dormir en la noche aunque los hijos no estén; pero también se demanda la certeza sobre el valor adquisitivo del salario, sobre la dignidad de la jubilación, la atención hospitalaria, los resultados del ciclo educativo o la precisión del servicio de transporte.

La Política (los políticos) no podemos agregar a la vida de las personas más dudas sobre lo que somos y queremos. Debemos dar certezas. Estamos obligados a ser previsibles en nuestras conductas y coherentes en nuestros acuerdos. Para demostrar que nuestras urgencias son las mismas que tienen los demás y no tan diferentes como para correr tras un acuerdo como si la vida nos fuera en un turno electoral.

Es posible que al dueño de la compañía aérea solo le interese fletar el avión y le dé más o menos lo mismo quiénes son los tripulantes. Pero a quienes toman el vuelo, hay que asegurarles que quienes conducen tienen capacidades, que no soportarán sobornos de ningún tipo y sobre todo, que los llevarán al destino fijado y no a otro.

No tengo preconceptos en la conformación de un Frente, pero sé que este país necesita la reconstitución de ideas, programas, prácticas políticas, de la conducta de los gobernantes; y todo eso, son valores que la sociedad depositó en el FAUNEN. Y NO ESTÁ en ninguno de los otros espacios. Justamente, es una ventaja competitiva que sumada a la presencia territorial de cada uno de nosotros, nos pone en un gran plafón para ser una opción que pueda llegar al Gobierno.

No siempre “sumar” tiene resultado positivo. Para eso hay que poner los números que corresponden y pensar en avanzar.

Los argentinos tenemos que soltar las amarras del pasado y pensar mirando hacia el futuro. Este es el desafío de un 2015 donde viviremos el agotamiento de un ciclo político y económico. Tendremos una de las campañas electorales más inciertas y una recesión con alta inflación que golpea cada vez más duramente sobre el salario y el trabajo de los argentinos. El país necesita previsibilidad. Lo necesita cada ciudadano en su día, cada empresario en su planificación, el maestro en su tarea, el agricultor para su siembra. Argentina debe volver a ser un país previsible; para crecer, producir, generar empleo y condiciones de bienestar para el conjunto.

Y para eso, la política debe ser previsible. Es necesario salir del cortoplacismo electoral, de las decisiones resultadistas o de conveniencia, del pragmatismo sin ideas ni valores.

Estamos frente a un gobierno de doble moral: que reivindica la cultura villera desde las torres de Puerto Madero; que declama soberanía mientras entrega nuestros recursos naturales; que se enrola en la causa de los derechos humanos mientras reprime protestas, expulsa extranjeros y empodera a Milani.

El combate a la corrupción es una prioridad absoluta. No hay futuro si no barremos con la impunidad y los negociados que producen muerte y desconfianza en nuestras instituciones desde hace más de una década. La ruptura del estado de derecho y la república y el atropello a la justicia son también prioridades de la hora.

Esa descripción nos obliga mucho más a actuar con seriedad. A demostrar que no todo es lo mismo, que no podemos subirnos al carro del facilismo para llegar por un atajo. Demasiadas similitudes tienen las ofertas electorales que se presentarán el año próximo como para que nosotros renunciemos a una identidad propia que nos distinga. Claro que el programa de gobierno es el elemento constitutivo de la unidad de lo diverso. Y también, de explicitación de diferencias que legitiman opciones para que la ciudadanía pueda elegir con libertad y claridad. Sobre la base de los programas (que nunca son asépticos) se constituyen luego, como en Alemania, las coaliciones que gobiernan, sin haber confundido en la elección la esencia de lo que son y proponen.

Pero no es suficiente con declamar los objetivos del programa. Porque en la vaguedad todo es posible. ¿O quién estará en contra de «reducir la pobreza», «combatir la inflación», «proteger el salario»? Hay que explicar cómo vamos a lograr esos objetivos, con qué políticas públicas vamos a hacer realidad esas promesas. Si negamos esta discusión de fondo, repetiremos esas alianzas electorales que una vez en el gobierno vivirán en desacuerdos.

Son valiosas las experiencias regionales. Las unidades frentistas en Uruguay y en Chile con gobiernos socialistas surgidos de coaliciones y programas progresistas. Muchas veces se invocan estos ejemplos pero deberían recordar que Bachelet no se ha juntado con Piñera ni Mujica con Lacalle. En países serios, con políticos previsibles, -como condiciones para llevar adelante una gestión que promueve la igualdad y el bienestar a todas las personas- esos políticos (todos ellos, más progres o más conservadores) ofrecen a sus votantes -con clara distinción-, programas diferentes para que aquellos elijan. Y su indudable madurez implica a posteriori, acompañar en el disenso, dialogar y concertar políticas que benefician al país y a los ciudadanos. Promover las políticas de estado, como resultado de los consensos alcanzados entre los que ganan y los que pierden, las organizaciones sociales y la participación popular. Eso es lo que da certezas. Eso es lo que los hace previsibles y respetables. Como políticos y como países.

Argentina tiene la oportunidad de subirse a esas experiencias. Podemos ser una nación seria y respetable si abandonamos la demagogia y la conveniencia para consolidar la democracia y las convicciones. Si nos damos la oportunidad de mirar para adelante con coraje para elegir un gobierno honesto, con el estilo y el sello de nuestros vecinos.

Necesitamos recuperar institucionalidad, en los partidos y en el Frente, también como elemento distintivo frente a los proyectos personalísimos y verticales. La unidad frentista no es solo sumar para contar. Se gobierna con proyectos; se progresa con ideas; se convoca con honestidad; se motiva con coherencia. Al menos eso es así para los progresistas.

MARGARITA STOLBIZER
Presidenta Partido GEN

Resumen de nota publicada hoy Domingo 16 de Noviembre 2014 en clarin