Por Silvana Melo para el diario El Popular de Olavarria
En su momento más estelar, Margarita Stolbizer concedió entrevista a EL POPULAR. Entre Macri y Massa, la diputada nacional mide sus pasos políticos mientras comparte escenarios con todos. Y se expone a que le desempolven opiniones muy críticas hacia los dos. Mientras tanto, presenta su libro «Yo acuso». Y deja en las sombras a Elisa Carrió, a quien critica severamente.
A apenas diez meses de haber sido víctima de la feroz polarización Macri – Scioli (y de protagonizar lo más parecido a un fracaso político), Margarita Stolbizer se ha convertido en una pieza crucial tanto para Cambiemos como para el Frente Renovador. Ella sonríe y se fotografía con ambos. Pero todavía mantiene la equilibrada distancia que se aflojará cuando, más cerca de los tiempos decisivos y decisorios, termine armando con Sergio Massa para el 2017. Omar Duclós (GEN – margarito) en Azul y Liliana Schwindt (FR, massista de la primera hora) esperan las señales de partida para largar una carrera concluyente.
Mientras tanto, en tiempos impiadosos cuando es imposible derogar una opinión ni un acto del pasado, la diputada no se despeina cuando le recuerdan sus críticas ácidas contra Sergio Massa y Mauricio Macri. Justo cuando se reúne con el Presidente buscando un Nunca Más para la corrupción y participa de un encuentro ampliado del Frente Renovador en Parque Norte donde dice que ése es el lugar donde tiene que estar.
En un momento de su carrera política en que La Nación la califica de «Margarita superstar» y su libro «Yo acuso» le quita con autoridad el rol de fiscal republicana que ejerció hasta ahora Elisa Carrió, Stolbizer concedió una profunda entrevista a EL POPULAR. A un par de semanas de que presente su libro en Olavarría. Y cuando su hijo -felicidad personal- se consolida como uno de los apellidos clave para consolidar el camino de recambio de la Generación Dorada del básquetbol nacional.
-Usted es una mujer con una trayectoria de honestidad intachable. ¿Cómo transita el camino desde el progresismo y el compromiso con los derechos humanos hasta los acuerdos y los vínculos estrechos con la derecha empresarial que representa el macrismo?
-No tengo ningún tipo de acuerdo ni vínculo estrecho con «el macrismo». Si al Gobierno se refiere la pregunta, mi vinculación es estrictamente institucional. Como debe ser. Pertenezco a una oposición con espíritu de cooperación, lo que no implica convalidar ninguna cuestión que vaya en contra de los ideales y principios del progresismo. Y aun desde las diferencias que tengo con el Gobierno, tampoco comparto que se pueda hoy calificar al macrismo como representante de una derecha empresarial. Hoy representan nada menos que el voto popular que por mayoría los ha elegido para gobernar el país. En cuanto al progresismo, en nuestro Interbloque como en los partidos que lo componemos (GEN, Partido Socialista y Libres del Sur) sostenemos una defensa férrea de los derechos humanos sobre el pasado y también sobre el presente.
-¿Usted cree que un progresismo coherente, honesto y convencido puede ser posible en la Argentina?
-Eso es posible, sin duda, como opción política y expresión de una porción de la población. Sin embargo, evaluar nuestras chances de gobierno nos enfrenta a las dificultades que hemos tenido para instalar nuestras ideas en una sociedad muy polarizada que terminó eligiendo no tanto en el sentido positivo, sino más bien con el deseo de que quienes gobernaban no pudieran continuar. Por lo tanto, la posibilidad de que el progresismo pueda gobernar se ha alejado en el tiempo.
-Uno de los grandes problemas argentinos es la desigualdad social, la distribución injusta de los recursos. ¿Cree que es posible aspirar a políticas públicas que apunten a moderar esta injusticia en un gobierno que, objetivamente, se nutre de gerentes y empresarios con la consecuente ubicación ideológica?
-Por supuesto, alcanzar ese horizonte de igualdad al que aspiramos los progresistas es mucho más difícil en un gobierno como el actual, pero el equilibrio de representación que dejó el resultado de la última elección, sin que el oficialismo tenga mayorías propias, nos permite encontrar un ámbito de deliberación y necesidad de construir consensos que, espero, permita un avance. La igualdad se debe pensar no sólo en términos de distribución de recursos, sino también de esfuerzos, de transformación de nuestra matriz productiva, de incorporar calidad a la educación, infraestructura básica de servicios y vivienda con dignidad, entre otras cosas.
-¿Por qué cree usted que el kirchnerismo pudo gobernar doce años a pesar de la intensa novela de la corruptela, que comienza desde las postrimerías de la era Néstor? ¿Cómo se mide la paciencia social?
-Eso tiene que ver bastante con una cultura demasiado arraigada que se expresa con el «roban pero hacen», o la visión generalizada de la corrupción como un mal de toda la política y entonces se acepta lo que hacen. Por otro lado, no hay duda acerca de la eficacia que ha tenido la estrategia comunicacional del kirchnerismo en la instalación de un relato para hacer creer una realidad que no era. Vendieron un modelo nacional y popular mientras se llenaban los bolsillos. Eso habla también de la hipocresía de una sociedad que cuestiona la corrupción de la boca para afuera, pero que si tiene bien su propio bolsillo, mira para otro lado y vota corruptos. Por eso, la reconstrucción de una cultura de valores humanos y morales no es una cuestión de leyes ni solamente de la política, sino de la decisión del conjunto de la ciudadanía.
-Si Gabriela Michetti comete un error similar al de Felisa Miceli, ¿cuál es el paso político imprescindible para no empezar a parecerse al pasado cercano?
-Ese es el mayor esfuerzo que debe hacer el actual gobierno: diferenciarse. No se trata solamente de no ser corrupto. Se debe ser extremadamente prolijos y ejemplares. La lucha contra la corrupción no es sólo hacia atrás, sino hacia adelante. Hay que tener normas y acuerdos para terminar con la corrupción. En ese sentido, estoy trabajando con algunas propuestas legislativas, por ejemplo para regular los conflictos de intereses que existen en varios funcionarios del Gobierno.
-Su «Yo acuso», que remite directamente a Emile Zola y a la injusticia del caso Dreyfus, ¿la coloca en un espacio de fiscal de la moral republicana, lugar que supo ocupar Elisa Carrió?
-No es mi intención. No es un rol que me guste ni que me parezca bien dentro del funcionamiento del Estado de derecho. El libro relata algo del modelo de negocios del kirchnerismo, pero pretende ser una convocatoria a la reflexión colectiva sobre los costos sociales y humanos de la corrupción. No creo que sea un tema meramente moral.
-José Natanson define que usted es como una mano de pintura ética que tanto el macrismo como el massismo quieren darse. ¿Coincide con esa definición?
-No la había escuchado. Está muy lejos de lo que yo pretenda. No sirve la pintura ética para tapar deformaciones de la política o diferencias ideológicas. Como no sirve ser individualmente personas honestas si no somos capaces en conjunto de construir sociedades con valores. Y la perspectiva ética tampoco es una cuestión solamente de moralina aparente. También es indignarse igualmente frente a la corrupción como a la pobreza extrema y las personas que sufren.
-Cuando usted dice en el encuentro massista de Parque Norte «vengo convencida de que éste es el lugar donde tengo que estar», ¿significa que va a construir y ser candidata dentro del Frente Renovador?
-No. Quise decir que era el lugar donde debía estar en ese momento. Porque desde hace tiempo venimos compartiendo un espacio y una agenda de trabajo político y parlamentario donde nos sentimos cómodos: no somos el gobierno de Cambiemos, pero tampoco estamos en los grupos que apuestan al fracaso del Gobierno. La sociedad nos pide que participemos del diálogo y que cooperemos en la atención de las dificultades que atraviesa. Y eso hacemos, poniendo en la prioridad de nuestra atención una agenda social, para hablar del empleo, los impuestos, los jubilados, las pymes, las tarifas. No estamos pensando en un destino personal electoral. Yo reivindico mi pertenencia al frente progresista que integro.
-Usted se enojó y defendió a Sergio Massa de las denuncias de Carrió, que primero lo acusó de ser cabeza del narcotráfico en la Provincia y ahora de vínculos con Pérez Corradi. ¿Cree que ese nivel de denuncias termina siendo funcional al kirchnerismo?
-Siempre he pensado que Carrió y los Kirchner se retroalimentan y justifican entre sí. Eso hace daño al funcionamiento del sistema político. No se puede construir desde la destrucción de los demás. Ni poniendo a todos en la misma bolsa como si todo fuera lo mismo. No defiendo a Massa de ninguna denuncia. Pero Carrió ha sido reiterativa poniendo bajo la lupa injustamente a mucha gente. Lo ha hecho con Binner, Bonfatti, Sanz, Cobos, Gil Lavedra. Y también lo ha hecho hacia mi persona. No creo que debamos permitirlo.
-Usted ha sido blanco de operativos de seducción desde María Eugenia Vidal y desde Sergio Massa. ¿Quién la enamora más hoy?
-No me siento objeto de ningún operativo de seducción. Converso con la Gobernadora periódicamente sobre la marcha de la gestión, recibo información, le doy opiniones y quiero colaborar con ella. Con Massa coincido en el espacio intermedio donde nos pusieron los ciudadanos cuando votaron en octubre y también con una agenda que prioriza las preocupaciones de la sociedad. No estoy enamorada de ninguno.
-¿Hay una relación estrecha políticamente con la diputada Liliana Schwindt? ¿Qué construcción política pueden tejer en la Séptima?
-Aprecio mucho a la diputada Liliana Schwindt. Ella trabaja con firmeza para defender a los ciudadanos en su condición de consumidores o usuarios. Antes hemos compartido el acompañamiento a trabajadoras perseguidas en la administración pública por no querer ser cómplices de la corrupción del anterior gobierno. Y también hemos trabajado juntas en algunos otros temas de esa agenda social. Lo propio hace nuestro principal referente seccional que es Omar Duclós, ex intendente de Azul y ex diputado nacional, quien también se viene ocupando de manera directa del problema del aumento de tarifas.
«Hemos visto jueces sometidos y cómplices»
-¿Cómo sintetizaría la trayectoria de una Justicia que ha transitado la servilleta y la mayoría automática menemista, el repliegue durante el kirchnerismo y la revancha actual? ¿Cómo confiar en una Justicia que se va vistiendo del disfraz conveniente en cada ciclo político?
-Mi visión crítica sobre el funcionamiento de la Justicia es incluso un poco más amplia. Tenemos algunos problemas centrales: lentitud, ineficacia de resultados, baja credibilidad. Y esas cuestiones se ven claramente no sólo en relación con la investigación de los hechos de corrupción, sino especialmente cuando se trata de ciudadanos «de a pie» que acuden al sistema judicial para procurar defender sus derechos. La mujer que necesita conseguir o actualizar la cuota alimentaria; el trabajador despedido que busca la indemnización. La privación de acceso a derechos humanos básicos que la Constitución garantiza. La lista sería interminable. Si bien la Justicia tiene un rol central como garantía del funcionamiento de las instituciones, también lo tiene para garantizar el ejercicio de los derechos fundamentales. Los cambios que hay que producir son estructurales. Son un vértice fundamental en la estructura de funcionamiento del Estado de derecho. Hemos visto jueces sometidos, autodisciplinados, funcionales, cómplices. Pero debemos defender la Justicia, la búsqueda de lo justo como un objetivo central de la política y de la democracia. Hay mucho camino que transitar para que pueda ser ampliamente confiable. Hay mucho por hacer.