Abogada – Política – Diputada Nacional

UNA MUJER ÚNICA. LA NOVELA QUE CUENTA LA DÉCADA

Compartir
Compartir
Compartir

UNA MUJER ÚNICA.  LA NOVELA QUE CUENTA LA DÉCADA
Terminé de leer el libro del periodista Ernesto Tenembaum (y gran escritor, ya lo había demostrado con Qué les pasó) Una Mujer Única. La Novela que cuenta la década.

¡Muuuy bueno!, atrapante. Lo leí en poco tiempo porque lo dejás y lo volvés a buscar enseguida para seguir leyendo.

Descripción de una realidad que duele y preocupa, con una mezcla de ficción muy bien pegada a la otra. Difícil establecer el límite que separa una y otra. Y ahí mismo está la trampa. El mismo autor lo confiesa, lo cuenta (y hasta dice guardar o cambiar información) en el capítulo de despedida. La novela tiene también ese condimento de sexualidad tan imprescindible para hacer de ella un verdadero llamador para cualquier lector.

Recomiendo la lectura. Creo que resulta imprescindible para entender algunas cosas que nos pasan, para no hacernos los distraídos y asumir la responsabilidad que nos toca como sociedad (obvio, política incluída) por un exceso de tolerancia que ha desencadenado distintas formas de desenfreno, violencia y corrupción.

Desde ese punto de vista, además de la lógica del entretenimiento que tiene la lectura de una novela, también es un fuerte llamado a la reflexión.

A continuación, algunos párrafos para que sirvan como llamador para el lector.

Una primera, clara definición del kirchnerismo: «Nosotros, por entonces, encontrábamos problemas a las soluciones.»

En boca de Ella: «Gobernar es también llenar la patria de retratos, subir cuadros, bajar cuadros, inundarla de cuadros.»

Ahora el que habla es El Maestro:

«Le voy a contar de qué se trata mi trabajo como nunca se lo expliqué: el mío y el de muchas otras personas repugnantes como yo. Si usted revisa fotos con detenimiento, y habla con algún especialista, alguien que haya investigado bien el tema, verá que detrás de todo candidato sonriente, al menos de los nuestros, hay una foto donde aparece un barra brava. Ese barra brava luego guarda la foto, se la muestra a la policía y con eso consigue impunidad. Ningún policía que no sea suicida se tira contra alguien que podría ser amigo de un intendente o un diputado. Detrás de cada uno de esos policías que le dan impunidad a los barras con fotos hay un pequeño dealer, o un proxeneta, o una puta, o uno que desarma autos, que le pasa una mensualidad. A veces, es el mismo barra que se saca una foto con el político del lugar o un amigo de ese barra. Y una parte de esa mensualidad vuelve al político que sonríe. Es un juego circular, eterno. Si usted lo cuenta así, va a contar una historia cierta, atractiva y horrorosa pero insuficiente, porque lo más interesante del caso es que es inevitable, no diría que es bueno que esto ocurra pero sería malísimo que ese circuito se cortara: explotaría todo por el aire. Si ese barra brava y ese policía chorro no obtuvieran su tajada de la torta, estarían tentados de patear, de dar vuelta la mesa para que nadie se sirva de ella. Esa repartija mantiene a todos cerca, con miedo a perder algo. Bueno: yo soy uno de los que trabaja, o trabajó toda su vida, para que funcione eses sistema de poleas y engranajes gracias al cual, créame, se construyó una democracia que dura treinta años.

Todo el tiempo ocurren hechos que ponen en riesgo ese equilibrio tan inestable: los procesos de transición política son, por ejemplo, momentos delicados. Estamos viviendo uno de esos en estos años. Los liderazgos no son claros, se pierde el criterio de disciplina, y la caja de Pandora se abre. Los asesinatos de dirigentes de algo nivel generan rupturas muy delicadas. Pero una vez que se producen -está claro- es imposible evitar que se difundan…

…Esto que le cuento sobre los barras bravas vale para todo. Imagínese que usted descubre mañana que en determinados municipios las cámaras de seguridad están vacías, no filman, no graban, no archivan, no registran nada, porque son cáscaras que fueron puestas ahí solo para tranquilizar a los vecinos que reclaman seguridad o, peor, para ganar las elecciones. Suponga que, además, fueron pagadas como lo que parecen: cámaras de seguridad y no cáscaras. Nosotros somos esos que ponemos cámaras de seguridad vacías para que la gente se tranquilice o simplemente para ganar una elección, y las pagamos como si estuvieran llenas. Peor aún, ponemos tomógrafos que no funcionan, latas inútiles, en los hospitales de niños para que la gente crea que los cuidamos. Es un horror, pero sin esas cámaras vacías, sin esos tomógrafos inútiles, sin esos engaños, un país no existe.

Todo lo demás es menor, accesorio. Lo central de toda esta historia es eso: la cámara vacía, pagada como llena, para que la gente se tranquilice; el tomógrafo que parece que funciona, la inauguración de un hospital de alta complejidad que no tiene ni siquiera médicos. O el enfermero que cobra por izquierda para hacer creíble la simulación. Viaje por el interior. Lo va a descubrir regado de hoteles-casino. Pregunte de quiénes son. Siempre hay un político cerca. ¿Alguien sabe calcular en el mundo cuánta plata gana un hotel o un casino? Se puede inventar cualquier cosa: cincuenta millones de dólares por mes, si quiere, en un pueblo polvoriento del interior de Neuquén. Un país, este país, no sobrevive sin esta calesita. Con ella, deberá enfrentarse a innumerables tragedias. Sin ella, será peor…

…La dirigente social que aparece en un recital en Punta del Este, el juez que tiene un anillo de brillantes y frena un allanamiento a una financiera luego de una llamada de la Casa Rosada, el sindicalista que se mueve en un audi espectacular o vive en un piso 18 con baños de mármol de Carrara o viaja en un yate propio de cuarenta metros de eslora, el empresario de medios que surgió de la noche a la mañana gracias a la guita del Estado o el piquetero que se hace una quinta con pileta y manda a su hija a veranear al Caribe, los medios que tienen más periodistas que lectores, los políticos que se transforman en empresarios petroleros, los matones que trafican droga en connivencia con la cana, los Presidentes con fortunas ostentosas que se llenan la boca hablando de los pobres, los diputados eternos, los millones que van para que los jóvenes se entretengan y jueguen a que son revolucionarios, los ahorros en dólares de los que prohíben ahorrar en dólares, la llegada de arribistas a los barrios más caros de la ciudad, los ostentosos casinos de la clase política, sus inversiones en barrios privados, o el capo del Gobierno que le regala un autazo a su nena cuando cumple 18, todo eso no surge por azar, no es solo producto de la maldad humana: son apenas las señales evidentes de la lógica de un sistema, su argamasa, lo que lo mantiene unido.»

«Ese día, el 8 de julio de 1988, el Maestro nos reunió a sus personas de confianza.

– Menem acaba de ganar. Es el nuevo jefe del peronismo. Y el peronismo es así; mientras duran, honra a sus jefes. Vamos a arreglar con él y a obedecer sus órdenes.

A mí me pareció espantoso y se lo dije. No me respondió en ese momento. Unos días después me agarró aparte.

– Vamos a ser Gobierno. Va a haber mucho trabajo. No lo juzgues a Menem por tus prejuicios. Desde el Estado se pueden hacer muchas cosasa. Antes de abandonar el barco, esperá a ver cómo funciona.

Para quien yo era en aquellos años, todo fue peor de lo que se esperaba. Pero, con el tiempo, lo empecé a percibir como algo normal. Las sociedades tienen sus partidos, los partidos tienen sus líderes, y los líderes necesitan aparatos políticos: operadores, voceros, financistas, punteros, narcos, espías, putas, medios, periodistas pagados con sobres, toda esa red, ese entramado infernal que los sostiene, más allá de si cada uno de sus integrantes está o no de acuerdo con la política que llevan a cabo.

Había trabajo. Eran muy pocos los que se negaban a integrarse. Y yo, no sé si por suerte o desafortunadamente, no era de las excepciones. Además empezaron a repartir guita. Mucha guita. SE aprende rápido lo lindo que es disponer de dinero.»

«La secta está integrada por un grupo de hombres que se sienten puros, No hay que ser demasiado agudo para saber quiénes son. Basta con ver quiénes sobreviven siempre, no importa lo que pase. Allí, hay un indicio muy claro. El Consejero es un hombre ambicioso, metódico y controlador. Casi un cruzado de una causa que, finalmente, no es otra que la suya propia. Le obedecen ciegamente. Le temen, lo respetan. Es claramente, el Jefe. Pocas veces vi en mi vida a un hijo de puta semejante. En la Casa Rosada, son cuatro o cinco, quizá siete, nunca más de diez. Pero tienen ramificaciones muy evidentes, en la SIDE, en algunas embajadas clave, en despachos poco relevantes del Congreso, como los que alguna vez ocupamos vos y yo, y en algunos medios. Y también en la agrupación «Los Soldados de la Jefa», que nuclea a los chicos que serán carne de cañón en toda esta historia. No hablan con nadie de afuera,. Cualquier contacto es sospechoso. A lo largo de estos años muchos episodios solo se explican por las ramificaciones invisibles de esta organización secreta que empieza a tomar forma cuando vos empezás a sospechar de su existencia. ¿Nunca te preguntaste quién filtró que la ministra tenía una bolsa con cien mil dólares en su armario? ¿Quién difundió las propiedades del secretario de Transporte?¿Quién hizo saber el escándalo de la empresa de construcción de las Madres?¿Nunca te mandó el consejero a vos para que difundas algo que podría perjudicar a otra persona del Gabinete?»

«Además -dijo-, van a perder. Ellos no lo saben, pero van a perder. Es inexorable. Pasa con todas las sectas. Ellos creen que tienen el as de espadas, que es la Presidenta. La rodean, la tabican, le cumplen todos sus caprichos, la desinforman. Pero la democracia es así: las sectas, tarde o temprano, son derrotadas, Gana el sistema, que las sobrevive. En estos días, estamos viendo algo que es cíclico: el sistema le cede el poder a un Presidente mientras le sirve y luego se mueve para descartarlo. La gente que rodea al Jefe -en este caso a la Jefa- se resiste tanto como puede. Todavía le queda poder, plata, influencia y mucha capacidad de hacer daño. El sistema le mueve la alfombra todo el tiempo. Y siempre terminan de la misma manera. En el camino hacia el final, las sectas se ponen rabiosas…El peronismo siempre los tuvo: conspiradores de toda calaña que quisieron copar algo que no era de ellos. Nosotros, los peronistas de verdad, somos los peores, y nos odiamos, y somos sucios, chorros, proxenetas, todo lo que vos quieras, pero nos respetamos entre nosotros. Podemos asesinarnos, pero nos respetamos. La Secta está integrada por personas que se creen superiores, por el solo hecho de que pertenecen a ella. Y sienten que eso los habilita a cualquier cosa.»

«En los últimos tiempos, además, sufrieron dos transformaciones. Una fue consecuencia de otras cosas que pasaron en el país: la irrupción de la droga. Es mucha plata y una parte de la base de toda organización política empieza a ser captada por ella con mucha facilidad. Muchos matones, servicios, canas, punteros tienen algo que ver con eso y por esa vía entra en la Casa Rosada. La secta está muy preocupada por dominar parte de ese mercado, para que no le aparezca un enemigo incontrolable. La otra transformación son las mujeres. La austeridad sexual impuesta en la secta transformó al Consejero en un hombre muy posesivo con las mujeres y desarrolló una obsesión enfermiza por demostrarles su poder, someterlas en público, exhibir su donde mando ante ellas.»

«Mi generación se pasó buscando durante treinta años si había alguna manera de revivir lo que no fue, aquello que perdimos en la dictadura, que era nada menos que nuestra propia juventud, la sensación de que servíamos para la revolución o algo similar. Y pudrimos todo. Porque le impusimos esa lógica a los que vinieron después: por acción o por omisión. Por acción, los que no renunciaron a ese delirio y entonces siguieron hablando de lo mismo, con otras palabras, pero era lo mismo: cómo realizamos las utopías que se nos negaron en los setenta, tanto tiempo después. Y hablaban como héroes, porque creían que lo habían sido. Y lograron que muchos los miraran como héroes. Y entonces impregnaron a todos de su frustración. Porque el heroísmo es una mentira, una impostación, un delirio. Y después estábamos los cínicos como yo, que tampoco habíamos olvidado lo que fuimos alguna vez, por lo que nuestro cinismo era doble, no era natural, involucraba una renuncia previa a ideales muy altos, o sea que era una cagada que nos quebraba por dentro. No era un método, era una macana. Y entonces también éramos un mal ejemplo. De un lado, los místicos, los superhéroes, que hablaban de una tragedia como si hubiera sido una batalla digna. Del otro, los cínicos quebrados. Y en el medio la realidad que se nos negaba. ¿Cómo no se nos iba a negar si estábamos pensando en otra cosa?

Celebraban esa noche todos los enemigos del Gobierno: el ex vicepresidente al que lo consideran traidor, la señora que los denuncia por chorros desde hace años, el jefe de la Capital -un conservador light que aprendió su trabajo- y el muchacho ese que los aplastó en la provincia. El Vice seguía exigiendo su garganta: «Estamos muy contentos de que la Presidenta esté todos los días un poco mejor. Sabíamos que era una gran Presidenta. Ahora sabemos también que es una gran paciente y se está preparando con tooooodaaa, con tooodaaa la fuerza para seguir conduciendo este proyecto…»

Una vez más habla: «Vengo a proponerles un sueño. Convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de la Casa Rosada. Soy de una generación diezmada. Nosotros nos habíamos ido: durante treinta años estuvimos lejos, en medio de ese frío espantoso, que es mucho más que el frío, mucho más duro que cualquier viento que se pueda contar, ese frío que es como un filo que te lastima las mejillas, que parte los labios en pedazos, como alfileres que se clavan en la piel. Huimos a esa provincia en la que se habla de Buenos Aires como de una entelequia, Uno se amarga ahí o resiste y se hace áspero, intratable. Pero vos, señor Presidente, nunca tuviste ninguna duda: de allí, de ese caserío en el fin del mundo, saltaríamos a la intendencia, a la gobernación, a la Presidencia. al continente y , finalmente, a la eternidad., a la in-.mor-ta-li-dad. Le guste a quien le guste. Le pese a quien le pese.

No era nuestro destino esa provincia rústica, desértica y rica, sino un trampolín, Por mucho tiempo, las luchas fueron de otros, la memoria fue de los otros, la coherencia fue de los otros. Porque nosotros buscábamos el poder. Eso me lo hizo entender desde joven: sin poder no hay nada. No nos dejemos engañar por las causas nobles. Quien quieran concretarlas, que primero se haga del poder. Seamos ubicuos, calculadores, ahorrativos. Y lo entendimos. Y apretamos los dientes una y otra vez. Y pactamos con el enemigo, porque así también se construye. Y fuimos todo eso: ubicuos, calculadores, avaros, crueles, insensibles. Y en cada época, en lugar de ser héroes, usted, vos, me lo enseñaste, preferimos construir poder y luego dinero, y más poder, hasta que llegamos al verdadero poder. Tenemos historia. Los patriotas tienen historia. Hay que desconfiar de los que no tienen historia. Nosotros la tuvimos. Solo no tienen historia los mediocres y los traidores a la Patria…»

Hasta acá llego. Hay que leerlo.

La duda que no he podido superar: ¿cuál será el trauma psicológico de Tenembaum con los zapatos boca de pescado?