En Argentina la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y varones continúa siendo una asignatura pendiente. La separación y diferencial valoración de las esferas privada y pública siguen operando como matriz de desigualdad que se perpetúa en el tiempo, asignándonos a mujeres y varones roles culturalmente impuestos, permaneciendo intactas las relaciones asimétricas de poder que generan la violencia, la discriminación y la cosificación de las mujeres.
El principal desafío es generar un cambio cultural que elimine los prejuicios y los mandatos impuestos que en la actualidad sostienen y reproducen el machismo.
Debemos discutir cómo empoderar a las mujeres y dotarlas de autonomía económica financiera para que puedan efectivamente ejercer sus derechos integralmente, vinculados con la salud y con el trabajo.
La brecha entre el derecho declarado y la posibilidad de ejercerlo sigue siendo enorme. No sólo debemos reclamar políticas públicas para eliminar la discriminación, desigualdad y violencia por motivos de género, sino también tenemos que reclamar presupuesto para que estas políticas se lleven a cabo correctamente. El desafío es exigir el cumplimiento de las leyes, que tengan el presupuesto necesario para hacerlas efectivas, que exista un monitoreo tanto de la ejecución presupuestaria, como de la calidad en la aplicación efectiva de la norma. Esto implica trasparentar la gestión y hacer pública la información.
El desafío es para nosotros, mujeres y hombres de la política y de los parlamentos del mundo, para hacer de nuestra representación un mecanismo eficaz para transformar estructuras injustas y alcanzar la meta de la igualdad en derechos, condiciones y oportunidades.