He tenido dos últimas semanas de intensa actividad y mucho enriquecimiento intelectual y espiritual. Así es como aprecio todo intercambio con gente o con lecturas que me permiten aprender. Así han sido estos días. Y tal vez por eso me este costando meterme en el fango de la cotidianeidad que propone el Gobierno, con la única intención de distraer la atención sobre los problemas reales o sobre el escándalo Boudou que sigue sonriendo sin aclarar nada de lo que lo compromete.
Volviendo ahora.
Hace años que me siento parte de este grupo de personas, de la mano de Alan Clutterbuck, ha conformado RAP (Red de Acción Política) adonde confluimos POLITICOS (mujeres y varones) de las más diversas pertenencias, historias y Partidos, de una gran cantidad de provincias y ciudades, y en el desempeño de diferentes funciones, públicas o partidarias.
Los tres objetivos principales son: constituir un ámbito de amistad cívica, aportar a la relación entre la política yola sociedad, y a mejorar la calidad de nuestra tarea. Así, es como participamos de debates, diálogos, cursos, conferencias, intercambios, etc. Cada actividad de RAP en este tiempo nos enriquece, en lo académico, en los valores democráticos y en lo humano. Allí hemos podido vencer prejuicios, conocer y apreciar personas con quienes nos hubiera parecido extraño terminar compartiendo ideas, y por sobre todo, cultivamos el respeto, en el consenso y en el disenso.
Esta vez hemos compartido un Simposio de tres días en la Universidad de Columbia. ¡Que intenso ha sido! ¡El primer día estuvimos 12 horas escuchando conferencias!, claro que es mucho. Y hasta resulta increíble para quien lo escucha. 30 POLITICOS y una cantidad de representantes del sector privado empresario, compartiendo visiones sobre el plano internacional, sobre la economía y las finanzas, la EDUCACION, los Partidos, entre otros temas. Escuchamos estadísticas sobre situación social, analizamos Amárica Latina y el mundo. El saldo fue más que positivo: volvimos con más conocimientos, pero también con mayores convicciones sobre lo que debemos hacer en la Argentina. Todos, aprendimos a darle más valor a la política, a la transparencia, a los derechos humanos y al estado de derecho.
No tengo dudas de que vendrá un tiempo mejor para la política cuando la natural renovación que por naturaleza impone el tiempo, -casi sin que las personas podamos advertirlo-. Porque habrá una nueva generación en el mundo intelectual, como en el empresario, el sindical y el de la política.
Una noche fuimos a una reunión informal en una casa con un grupo importante de jóvenes argentinos radicados allá y que trabajan en altas posiciones en grandes empresas. Los note escépticos, demandantes. Y eso me alegra. Es también una forma de rebeldía que necesitamos. Porque también vi en ellos la búsqueda de una respuesta que les permita seguir soñando con una Argentina que ofrezca las mejores oportunidades económicas para todas las personas. De eso se trata cuando las oportunidades están vinculadas con el empleo, el progreso, la familia y un proyecto de bienestar colectivo.
Llegando a esta semana, también cargadita pero estimulante. La charla en CADAL me gustó especialmente porque me encontré con un grupo de jóvenes, argentinos y extranjeros, interesados en la política, en escuchar, en compartir, y sobre todo los que empiezan a pensarse a sí mismos con un rol determinante en esta sociedad democrática.
El miércoles desayuno convocado por la AMCHAM y el Observatorio Legislativo. Escuchamos a un muy interesante Stephen Holmes desarrollar su tesis de libro: «El costo de los derechos. Porqué la libertad depende de los impuestos». Excelente disparador para mucho más del tiempo que teníamos.
Hizo la presentación de un libro provocador, sobre todo provocador del pensamiento y de la acción. Los derechos y libertades individuales dependen de una acción estatal vigorosa. Todos los derechos cuestan dinero. Y se financian con impuestos. Un estado sin dinero no puede proteger derechos. Pero no se trata solo de un problema de presupuesto, sino que también se relaciona con transparencia y responsabilidad democrática en la asignación de los recursos. Esto nos lleva al corazón de la teoría moral, vinculada con la ética y la justicia distributiva. Ello implica también advertir sobre las desviaciones que hacen de los ciudadanos con derechos, rehenes del que reparte.
Ayer estuve en una actividad de la Fundación Friederich Ebert (FES) sobre el sistema de cuidados hoy en la Argentina. Me tocó compartir un panel con mujeres comprometidas e intelectualmente brillantes. Aunque les cueste reconocer que este gobierno pierde legitimidad en lo social cuando sigue ocultando sus desaguisados de CORRUPCION o inequidad tras la bandera de la asignación universal, que ni es universal ni puede ser motivo de orgullo seguir repartiendo para algunos $270 que no le saca a las riquezas extraordinarias ni financieras sino a los mismos trabajadores, por ejemplo con el pago del impuesto a las ganancias, o a los jubilados con sus recursos de la Anses, los que se le niegan para cumplir con la dignidad del 82%.
En fin… No quiero volver a distraerme. El tema estuvo muy bien planteado. Los ajustes y desempleo de los años 90 empujaron a las mujeres al mercado de trabajo para compensar ingresos perdidos por sus parejas varones. Pero ese ingreso, que aun hoy muestra un fuerte incremento de la presencia femenina en el mundo laboral, ha sido en el marco de desprotección legal (precariedad de hecho y de derecho) y en el contexto de una sociedad con arraigadas practicas socioculturales del patriarcado. Las mujeres trabajan pero siguen a cargo de sus hogares y de las tareas de cuidado de las personas que lo necesita: niñas y niños, ancianos, personas con sus capacidades disminuidas. Allí, en todas esas tareas están siempre las mujeres, que por esa misma razón ven disminuidas sus propias oportunidades económicas, laborales, culturales, hasta el derecho al autocuidado.
El cuidado es un derecho de las personas que lo necesitan pero no es una obligación femenina. Más bien, es una responsabilidad compartida: por el estado que debe normas, servicios e infraestructura. Por el sector privado de la sociedad, desde el mercado hasta las organizaciones. Finalmente a las familias, varones y mujeres en igual situación. Revertir esto implica cambiar patrones culturales, políticas públicas, parlamentos y presupuestos sensibles al género.
Bueno, hasta aquí llegue. Linda semana. Pero todavía no terminó: mañana muy temprano, al Encuentro Regional del FAP de la Patagonia, en la ciudad de Neuquén, con toda la fuerza para seguir creciendo y construyendo la alternativa que la Argentina necesita.